Se abre el telón. Se ven cuatro puertas. Un amante de una esposa, una cocinera, un macarra, el marido, la amante del marido… Seis personajes jugando al escondite del amor. Nadie es quien dice ser pero todos los que se dicen, son.
No hace falta ir mucho más allá para darse cuenta de que estamos ante una disparatada comedia de situación. No en vano, Camoletti es un especialista en vodevil.
En una época marcada por la vanguardia tecnológica, la madurez del drama humanístico y el desarrollo de nuevas tendencias en las artes escénicas, el argumento de Pijama para seis pareciera ser la imagen en blanco y negro del archivo temporal -no tan lejano- de un tipo de comedia pasado de moda.
No obstante, partiendo de la premisa de que el objetivo es recrear un vodevil, Díaz del Pulgar retuerce una historia con vocación de enredo para ganarse -no sin cierto ingenio malicioso- las risas del respetable. En un entorno con tantas entradas y salidas, conjuga con acierto el tempo y el ritmo de los personajes. En sintonía con este oficio, el elenco hace que parezca fácil lo que desde el punto de vista técnico es tan complejo en la comedia.
Cuidados hasta en los machos los detalles escenográficos. Decorados de lujo para un reparto bien vestido que revive a golpe de astracán la gloriosa época de los sainetes.
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