Cuando el teatro supera a la ficción

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El valor de una obra es tarea que se antoja difícil de medir. Alguna vez hemos asistido a un espectáculo que no recordamos a la media hora de acabar. Si pudiéramos pagar la entrada al salir, usando como moneda de cambio el tiempo que pasamos hablando de él, obtendríamos el verdadero precio que cuesta un proyecto escénico, porque el objetivo debe ser siempre agradar, concienciar, divertir, crear, construir o simplemente ofrecer un clima de lúdico respeto; independientemente de que el final sea feliz o desgraciado.

Caídos del Cielo es un proyecto real sobre la imagen de unas personas sin hogar pero no necesariamente sin techo, pertenecientes a colectivos en riesgo de exclusión social. Aún no he tenido más que la referencia de que existen y ya conservo el recuerdo de sus últimas actuaciones. Sé que el precio es alto porque el esfuerzo para seguir adelante parte de la solidaridad, la ilusión, la colaboración, las ganas de cambiar la realidad por otra más justa… y el teatro puede.

Y si el resultado es que sus sonrisas, otrora gestos de impotencia, delatan los trazos del mapa de un mundo más sano, será porque los arquitectos han sido los actores de sus propias vidas, que fundiendo interpretación y realidad habrán superado la frontera de  lo imaginable. Después, su futuro volverá a estar en sus manos.

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