UN CURSO PARA RECORDAR
Teatro y Creatividad, en colaboración con la Comunidad de Madrid
Una veintena de desconocidos jugando como niños, derrochando entusiasmo, confiando los unos en los otros, compartiendo sus emociones y sus miedos…
Todo esto y mucho más se encuentra en el interior de un curso de teatro. En otras palabras: un curso de teatro es una especie de milagro que se produce sin saber muy bien cómo…
Por eso es tan difícil intentar explicar lo que ha sucedido en este curso de teatro y creatividad. Puedo describir los ejercicios, puedo analizar las clases… y de nada serviría.
Pero hay algo que sí que se: durante cuatro meses hemos empleado con mayúsculas la palabra “compartir”… hemos compartido historias, hemos compartido dificultades, hemos compartido descubrimientos… y el fruto de todo eso ha sido una buena dosis de la materia con la que se fabrica el teatro… la más sensible… la materia humana. Y con esa materia hemos construido nuevos mundos en cada clase, porque éramos los mismos de siempre y a la vez éramos diferentes cada día.
En este punto solo te queda sentirte afortunado, al menos así es como yo me siento al final de este viaje: me siento afortunado por haber formado parte de un proceso de esos que nunca se olvidan.
El curso terminó con aplausos tras la actuación frente al público, y sin embargo aquellos aplausos no fueron los más importantes que se escucharon durante esos cuatro meses. Los más importantes fueron los que, día tras día, nos acompañaron en clase: los aplausos de complicidad, los imprevistos, los que eran emoción pura… y por supuesto, el aplauso invisible que se respira en un silencio afectuoso.
Y luego estaba la electricidad: aquel grupo funcionando como una sola persona, como una máquina de precisión… Ver a un conjunto de personas coordinándose en la realización de un ejercicio, al máximo de energía, es ya un espectáculo en si mismo.
Podría decirse que, durante las dos horas y media que duraba la clase de teatro, teníamos todo lo que se podía pedir: corríamos sin miedo a caer, jugábamos sin miedo a perder, sonreíamos sin miedo a ofender, vivíamos sin miedo a fracasar…
Intentar reflejar en unas pocas frases esta experiencia es como jugar al escondite con las palabras… los recuerdos se acaban burlando de tus deseos de ponerlos tras una urna. Seguramente sea así porque lo que de verdad deja huella casi nunca cabe en el diccionario.
Al terminar la representación de fin de curso los alumnos leyeron una carta recordando el tiempo compartido. Todo lo que yo no he sabido expresar aquí, lo supieron expresar ellos. Me atrevo a transcribir el contenido de aquella inolvidable carta:
“Tesa, Tito, Raquel, Guillermo, Patricia, Alba, Pili, Paco, Ana, Deborah, Carlos, Mon, Maite, Kike y Luis. Tod@s hemos vivido, sentido, expresado, reído y, especialmente, compartido sentimientos, emociones, miradas, masajes, gestos y complicidad. Todo ello desarrollado dentro de un gran marco que ha sido este suculento curso denominado “Teatro y Creatividad”.
El teatro es, a nuestro juicio, poner en palabras todo aquello que nos mueve, nos inquieta, nos alegra, nos perturba, nos aleja o nos acerca a jugar a ser otra persona. Es, por tanto, un precioso recurso que siempre está cerca de lo que representan los quehaceres de la vida, los comportamientos de las personas así como de las aventuras o experiencias vividas.
Ni blanco ni negro, ni bien ni mal, ni simple ni complejo, ni mentira ni verdad, todo dentro del teatro se puede interpretar teniendo en cuenta una escala de grises que es digna de valorar y apreciar.
Para finalizar solo comentar que, gracias entre otros aspectos positivos y muy significativos de las relaciones humanas, a tu dedicación, a tu entrega, a tu apertura así como a tu dinamismo y puesta en escena, sumamente didáctica, hemos podido descubrir un mundo nuevo para algunos y no tan nuevo para otros que nos ha enseñado, un poco más en profundidad, a tolerar, a respetar, a empatizar, y en definitiva, ser más humanos.”
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